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jueves, 21 de agosto de 2008

Conchita o la luz después del sismo


Carmen Concepción Gómez Acevedo (de 14 años) era la típica jovencita mexicana de mediados de los 80's (específicamente en 1985) que gustaba de los helados de vainilla, la música de Madonna y los partidos de futbol, de hecho esperaba con ansia estar en algún partido para el Mundial del próximo año a realizarse en el país; su familia vivía en un departamento ubicado en el centro de la Ciudad de México y estaba conformada por Remigio Gómez Alcalá -un calvo burócrata que contaba chistes siempre mamones-, Silvana Acevedo Morales -que trabaja de secretaria en un puesto gubernamental- y por supuesto su hermano mayor, Carlos Manuel (a) "El Peloschistes" -un tipo algo incongruente puesto que se decía bien punk pero que gustaba de escuchar a Menudo o El Tri-; asi tambor no podría faltar su abuelo, Don Chucho Acevedo, que siempre contaba sus andanzas y tribulaciones cuando era parte del ejército de Pancho Villa durante la Revolución Mexicana.
Nos encontramos en septiembre del '85, ya las fiestas patrias han pasado y todo vuelve a la normalidad, faltando ya mes y medio para finados -y ya sabrán ustedes qué período aburrido es el período entre el Independence Day y el Día de Muertos-, pero bueno, concentrémonos en esto: cierto miércoles del susodicho mes (el 18 para ser exacto), Conchita se encontraba revisando algunas chucherías del abuelo Chucho, en uno de ellos se encuentra con un cofre del tamaño de una caja de zapatos y que contiene varios folletos con unas letras muy raras, en eso se lo muestra a su abuelo y le pregunta qué son esas cosas, a lo que Don Chucho le responde:
-Asegún me contaron, dicen que dicen que esas hojas son rezos e "invoncanciones" para hacer mucha magia y poderes super "extraoidinarios"-
-Abuelo, ¿y no has intentado tratar de probar si es cierto eso?- preguntó la chamaca.
-No, por que eso es cosa del diablo y yo no quiero molestar a Diosito y a la Virgencita, por eso sólo lo guardé- replicó el catolisísimo abuelo y continuó:
-Ahora que lo pienso, mañana mesmo voy a quemar esas hojas diabólicas-
Acto seguido arrebató los folletos a Conchita y los volvió a guardar en el cofre, para luego ocultarlo en un lugar misterioso; después de eso, Conchita se sintió muy resignada, puesto que discutir con el abuelo está cañón.
Al día siguiente, su familia se despierta muy temprano como de costumbre, el papá se va a la oficina, la madre al gobierno (chín, que palabras) y el "Peloschistes" a la facultad de Economía de la UNAM. Eran las 7:00 am y sólo se encontraba Conchita y el abuelo Chucho; antes de ir a su secundaria, Conchita pensó en llevarse los folletos para leerlos en la escuela y sabía ya de antemano donde guardaba el abuelo sus cosas: en el interior del tanque del excusado (era costumbre de Don Chucho que guardara sus cosas ahí, lo mismo pasó con las revistas porno de "Peloschistes" y las lecturas rojillas de su yerno); los sacó y justo antes de guardarlos en su mochila, fue sorprendido por su abuelo, quién le dijo que no se debería leer esa cosas y que de una vez los quemaría, pero antes le daría una paliza a Concha por atreverse a encontrarlos; ya estaba Conchita segura de su infame castigo al ver a su abuelo quitarse el cinturón cuando de repente ambos sintieron medio mareados, luego notaron que todo se estaba moviendo y que el movimiento se sentía cada vez más fuerte...
Era un terremoto, y todo comenzó a caerse, los platos, la TV a colores, las puertas, todo hasta que se derrumbó todo el edificio de apartamentos, quedando todo en escombros. Poco después del sismo, Conchita se sentía aterrada al quedar atrapada en medio de piedras y escombros, pasaron unos minutos y comenzó a sentirse desesperada, pero recordó que en ocasiones de gran dificultad, uno podría distraerse mientras llega el rescate, así que tomo los folletos y un par de minutos después notó que los folletos estaban escritos en espejo (es decir "al revés") y como si la Diosa Suerte le sonriera en un momento de desgracia, leyó uno de los párrafos y de repento vió un haz de luz al lado de ella; trató de avanzar con dificultad entre las piedras cuando por fin llegó al exterior, pensando que el folleto le había "ayudado" de alguna forma, pero grande fue su sorpresa cuando vió no los edificios -derruidos por obvias razones- de su natal Ciudad de México, sino encontrarse en una estepa con 4 lunas en el horizonte durante un crepúsculo morado. Sin saberlo, Conchita había conjurado un rezo para crear un agujero de gusano...

(continuará)

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