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miércoles, 8 de abril de 2009

Querida: hay un guerrero en nuestro sofá

Ciertamente, para Wolfgang Patterson el día de hoy no fue tan bueno que digamos, puesto que en la oficina donde trabaja hubo recorte de personal, provocando unos sublimes cambios en el personal de la Corporación Caifás, una empresa del ramo inmobiliario jefaturado por el Big Boss, el Gran Papi, el irascible señor Máximo Magnífico Peña Sturikuki. Aunque a Don Wolf no le afectó en nada, el recorte provocó que se cambiara de oficina, pasando de un agradable cubículo cerca de la puerta de entrada (y además con el garrafón de agua a su lado), a uno sumamente estrecho, con la puerta del baño a unos centímetros del acceso, y para colmo, justo en la parte del piso donde se encuentran los archiveros, y vaya usted a saber los ruidos que hacen esas satánicas cajas. Terminándo la hora de trabajo (que es de las 10:00 am hasta las 5:00 pm), Wolf se encuentra en su coche, dirigiéndose a su casa, mientras sus compañeros de oficina, pues se van al casino, algún bar en particular y -en el peor de los casos-, hacia algún prostíbulo de quinta. Francamente, Wolf no era como los demás (fiel y buen trabajador), por lo que era objeto de burlas en su trabajo, sobre todo a la hora de la salida, cuando sus colegas se dirigían a esos lugares de vicio y perdición mientras que él se prestaba a atender a su familia. Pero hoy, con el cambio de cubículo, fue, digamos, algo peor.

-A veces siento que no debí de llegar a la Tierra- pensaba Don Wolf. -Estaba mucho mejor viviendo como los lobos antropomórficos, sin preocupaciones, sin burlas de nungún tipo, y sin tener que enfermarme en este cambiado mundo llamado Tierra-.
Pareciése que Wolf estaba diciendo vaciladas como producto de su horrible jornada de trabajo, pero he ahí una fantástica verdad: como todos sabemos, querid@s lector@s, Wolf Patterson tiene la edad biológica de 40 años, pero en realidad cuenta con 106 años, debido a su absorción hacia un lugar de varios millones de años-luz. Y su regreso fue gracias a la astucia de una niña, que con el paso del tiempo, se convirtió en su esposa.
-¡Vida, ya llegué!- saludó Wolf al entrar a su casa.
-¿Cómo te fue en el trabajo, dulce terrón de azúcar?- preguntó Conchita, su esposa (una maestra de primaria que se las ingenia para que sus alumnos puedan proceder de acuerdo al logro de sus aprendizajes..., perdón, todavía no me he dado cuenta que estamos en vacaciones).
-Mal querida, mal, fíjate que despidieron a muchos del trabajo, reemplazaron a Genoveva como secretaria del sr. Peña y pusieron a quién-sabe-quién, al parecer la querida de don Germán, el vicepresidente-
Dijo Concha -¿Tanto así? pero...-
-Y eso no es todo- interrumpió Wolf -resulta que subieron a Archundia, Menéndez y Pimentel como miembros del alto mando ejecutivo de la empresa-.
-¡Oh no! ¿esos que siempre te molestaban porque apoyas al Peje?- Dijo Concha.
-Exactamente, ¿y sabes qué es lo peor?- díjole Wolf -Como hubo cambios, me mandaron a otro cubículo y ese está del carajo, cerca están los baños y los archiveros y tengo que soportar los fétidos olores y los constantes ruidos, eso es lo que me encabronó mucho-

-Bueno, Wolfie, menos mal que no te hayan despedido- lo consolaba Conchita. -Concha- díjole el pequeño bigotudo -Sabes, a veces pienso que fue muy mala idea venir a la Tierra; cuando tú me rescataste de la malvada Andrea Donnovan y de esos changos guerreros, sobre todo de ese malvado del capitán Jeremías, siempre creí que te ibas a quedar conmigo, junto con los lobos nómadas, pero si bien nuestro regreso fue porque pensaste en tu familia, al correr de los años me doy cuenta que yo me debí quedarme y tú, pues, simplemente regresar con tus padres y tu hermano-.
-Ay Wolf, ay Wolf- Le respondía al tiempo que acariciaba y jugueteaba los cabellos del sr. Patterson -Pero date cuenta de algo, si tú no hubieras regresado, Mónica y Gregorio (los hijos de ambos) no estarían existiendo; siempre te veo, al regresar del trabajo, pasar el mayor tiempo posible con ellos: convirtiéndoles en los mejores magos guerreros que este planeta pueden dar, y eso es gracias a tus experiencias supergalácticas. Además, se te olvida una cosa: TÚ QUISISTE VOLVER MÁS QUE YO-.
Ya le iba a contestar el maese Patterson cuando se tuvo que tragar el orgullo y murmurar un bajo "chale".
Un rato después, la charla siguió sobre el por qué de los cambios en el trabajo y qué tan horrible era el nuevo cubículo. En eso estaba cuando se escuchó una voz juvenil pero potente: -¡BUENAS!-
Wolf se asustó, caso contrario de Conchita, que tenía una sonrisa en su cara; cuando el empleado chaparro divisó la faz de su mujer, se extrañó mucho, así que volteó hacia la puerta de cristal de su patio y para su asombro ahí estaba: alto, greñudo, con el cuerpo musculoso y moreno, las enormes cejas, colmillos y orejas y esa reluciente armadura esmeralda, acompañado de un pañuelo rojo sangre atado a su cuello, cual vaquero del Viejo Oeste; efectivamente, era Silph, el guerrero espacial.

-Hola señorita Concha, hola señor Wolf- saludaba Silph a sus anfitriones. -Hola Silph, qué milagro que estés ahorita en nuestra casa- Dijo Concha.
-No, pues vine aquí para pasar algunos días de descanso, unas merecidas vacaciones como dicen ustedes- replicó el joven soldado.
-Ash, yo creí que vendrías para entrenarte otra vez (o para acabar de chingarme)- dijo Wolf.
-Jajajajaja, que maestro con sentido del humor- dijo Silph -sabes, puedes hacer de tus prácticas marciales una buena rutina de relajación con tus chistes-, en ese momento, el guerrero le da una palmadita en la espalda del sr. Patterson cuando sin querer lo arroja al piso.
-Ay señor Wolf, disculpame por esta horrible ofensa que he cometido en tu sagrada persona- exclamaba mientras se golpeaba los nudillos como símbolo de su vergüenza.
-¡La mejor forma de disculparse es levantándome del piso, inútil costal de músculos!- bramó Wolf. -¡Wolfgang! ¡Me asombra que hayas ofendido así al muchacho! -le reprendió Concha -Todavía que él se disculpa y tú le agradeces con improperios, debería darte vergüenza-.
-Cierto Conchita- se calmó el señor Patterson -Todavía tengo esos recuerdos de lo que me pasó hoy en el trabajo y mírame: desquitándome con un hombre de otra galaxia-
-No hay problema- se sinceró Silph -a mí no me molestan tus insultos, sé que eres una persona de noble corazón, pero que también tienes errores, e hiciste bien en admitirlo, por eso me caes tan bien- dicho esto, se dibujó una peculiar sonrisa en el hocico del guerrero.

-Bueno- exclamó Wolf -cierto que me dejé llevar por mis emociones y cometí mal contra tu persona...- Pero Silph lo interrumpió diciendo: -Más sin embargo, yo también te debo otra vez una disculpa, no era mi intención golpearte-. Así pasaron unos minutos entre disculpas y disculpas (la prolongación se debe al estricto código de honor de los guerreros espaciales), hasta que (quién sabe cómo) se habló del por qué de la llegada de Silph a la Tierra.
-Bueno, estem- comenzó a hablar -básicamente, la razón de mi visita es, como les había comentado, necesitar de un tiempo de descanso para mi pobre alma; sabes, últimamente, me siento algo perturbado, mi trabajo no lo hacía muy bien que digamos (el trabajo consiste en inspeccionar planetas para luego invadirlas) y ya hasta tenía roces con mis camaradas, así que salí de mi cuartel, después de cavilar un poco, decidí estar con ustedes, en agradecimiento por haberme ayudado a ganar el Campeonato Galáctico de Artes Marciales del planeta Muzka-.
-Ay Silph- exclamó Concha -¿Todavía te acuerdas de nosotros cuando el campeonato? Fíjate que tenemos fotos tuyas y de los demás en nuestra casa, ¿No quieres verlas?-
-Se los agradecería de antemano- dijo Silph mientras daba una reverencia de agradecimiento como lo hacen los karatekas japoneses.

-¿Y usted, señor Wolf, no gusta ver las fotografías?- dijo Silph.
-Jam, no, voy al cuarto para bañarme, me encuentro algo sucio por culpa de mi nuevo cubículo- le respondió Wolf.
-Como gustes-. Acto seguido, he ahí que vemos a Conchita y Silph viendo las fotos y recordando las grandes hazañas de famosos gladiadores, para alcanzar la corona de campeón. En eso, Concha le dice -parece como si fuese sido ayer, pero en realidad sólo han pasado siete meses-
-¿Siete meses?- se extrañaba Silph -para mí, eso fue hace como dos años y medio-, Concha ya le iba a decir el porqué cuando el joven musculoso continuó: -bueno, tal vez sea por aquello de la relatividad dimensional del tiempo, la verdad no sé-, a lo que la señorita le contesta: -Sí, efectivamente es por eso-.
Ya de noche, y mientras la familia Patterson Gómez se encontraban ya durmiendo, Silph se dispone a ver la TV un rato antes de dormir; entre infomerciales y otras vaciladas, le llama la atención un raro programa, lo suficientemente humorístico como para que Silph se tenga que aguantar las risas mientras comprime su hocico:



Después, al terminar su programa cómico-mágico-musical, se acomodó en el sofá de la sala de estar y cerró los párpados, durmiendo plácidamente en su primera noche en el planeta Tierra, teniendo de igual manera sueños de campeón. Sí, así es este muchacho, muy valiente y heróico (ajá, sí, en sus momentos oníricos, ¿no? ¬¬).

(Continuará)

2 comentarios:

Lucerita Asíntota dijo...

anda! que a todo dar!
ya quiero ver la continuacion n_n

Cinthia Krrillo XD dijo...

Entretenido, contado con mucho detalle, simplemente lo leo y me los imagino. Bien¡
Lo unico es que me gustaría ver mas cartoonss hehehe
como el momento de la palmada en la espalda llevada a la caida del suelo hehehe :)
Seguire leyendo hehehe
saludos pablo y este es mi comentario del primer capítulo. hehe