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domingo, 12 de septiembre de 2010

Provisiones de carne

Desde un principio anduvo muy mal la expedición que los guerreros espaciales realizaron en el planeta Cyón-T, que digo mal, ¡PÉSIMO! y todo por que el comandante Deft se le ocurrió dar el liderazgo de la caravana militar ni más ni menos que a ese torpe distraído de Gúma. Déjenme explicarles: cuando descubren un planeta para explotar sus recursos, mandan una expedición para averiguar las condiciones en la que se encuentran, para que de esta forma puedan saber qué tipos de soldados (si clase alta o baja) mandar y el número adecuado para ello; en el dado caso de que sean habitados, ellos los tratan como reaccionan sus nativos: o por las buenas o por las malas, así es su negocio, ni modos, qué le puedo hacer; en fin...
El caso es que en esta ocasión, Cyón-T resultó estar practicamente desierto de civilizaciones (lo cual es raro), pero no contaban con la astucia de su salvajísima fauna, y pues, cuando Gúma y sus camaradas (19 soldados de clase baja, 10 de clase alta, dos cocineros y el doctor Bhork) llegaron al susodicho planeta, el muy irresponsable no dudó en cazar como trofeos a algunos animales nativos, pero al ser éstos (los animales, no los guerreros) tan agresivos que harían de un T-Rex un mísero poodle y bueno, entre algunos colegas descuartizados y devorados, pantanos con gases tan sofocantes como las que se usaron en la Primera Guerra Mundial, una erupción volcánica con sismos de 16 grados Ritcher y un enjanbre diabólico de avispas y mosquitos, la expedición terminó en un humillante fracaso, pues de los 33 que conformaban el batallón, nomás quedaron siete: Gúma, Silph, Peptón, Mantión y Daner (clase baja), el Dr. Bhork y Rashton (el único de clase alta).
Debido al fiasco del monitoreo planetario, el jefe del cuartel, don Deft, no solo castigó a Gúma con tres semanas de trabajo de intendencia, sino que también prohibió durante cuatro meses el consumo del alimento favorito de los gladiadores espaciales: la carne; esto es "para que los militares aprendan a valorar más su trabajo y no sean tan pendejos como Gúma", resaltó Deft.
-¡Pero qué mierda de prohibición y todo por tu pinche culpa, Gúma!- decía Arstok a dicho pobre diablo mientras sacaba la basura de la cocina.
-Pues ni modos, órdenes son órdenes y tenemos que odebecerlo- replicaba Silph.
-¡Pero qué idioteces estás diciendo, me niego a obedecer, nosotros no nos tenemos la culpa de que la expedición haya fracasado por las estupideces de Gúma!- gritó Breznef "el altote".
-No entiendo de que se quejan, fácil hay restaurantes en el centro de la ciudad y podríamos ir a comer filetes y tocinetas en vinagreta, mmmm...- se jactaba Peptón -además, ya sabemos lo pendejo que es Gúma-.
-Pero cariño, ¿crees tú que podamos ir diario al centro durante meses?- cuestionaba Begpal, su esposa.
-Pos mientras el jefe me mande constantemente a expediciones y batallas, mi tarjeta financiera seguirá teniendo tarifas muy altas- díjole Peptón
(Nota: ellos no usan dinero en efectivo, sus pagos lo realizan con unas cosas parecidas a tarjetas de crédito; su sistema económico es algo complicado, algún día me explayaré en eso)
Y bueno, así era mientras duraba la veda de alimentos de origen animal. Algunos se impacientaban y como no bajaban al centro de la ciudad por huevones, recurrían al contrabando con los cuarteles vecinos, pero ¡Ay de aquel a quien se le sorprendiera comiendo cecinas, jamón o chuletas dentro de los territorios capitaneados por Deft! ya que si sucedía, al pobre lo azotaban en la espalda en las mazmorras subterráneas.
-¡Oye Fritz! ¿Has visto a Silph?- preguntaba un día Hanna.
-Óyeme mujer, la expresión ofende, que no te das cuenta que soy ciego de nacimiento- dijo indignado Fritz.
-Uuuy, perdón, es la fuerza de la costumbre- decía también indignada la cónyuge de Silph y continuó -Pos sabes, te lo digo porque desde la mañana que no lo veo, ya son las 2 de la tarde y el cabrón me prometió que iríamos al cine pasado el medio día-.
-Újule camarada, no he sentido su presencia tampoco. Sabes, lo último que supe de él es que iba con sus amigos del escuadrón a la reja que da al cuartel de don Hyfclek- respondió el ciego gladiador.
-¿Con qué al cuartel vecino, no? Ya sé dónde puede estar, nos vemos Fritz...- dijo Hanna al tiempo que corría.
-Nos vemos (pausa de 15 segundos), "nos vemos" ¡OYE!- gritó Fritz.
Luego, vemos a Hanna frente a la puerta de la mazmorra y justo en ese momento salen Arstok, Zartr, Silph y Mantión (en ese orden), sin sus armaduras troncales y con las espaldas ensangrentadas. Arstok y Zartr se van a la enfermería, mientras Mantión -llorando- se dirige a la habitación.
-Déjame adivinar, ¿te fuiste con tus amigos a recoger carne en el territorio de Hyclek? ¿No es así?-
-Pos sí, si no fuera por ese bruto de Mantión, que gritó "Que rica cecina", nunca nos hubieran cachado, auch- dijo Silph.
-Vaya Silph, me prometiste que irías conmigo a ir al cine y por tu ansias de comer carne, nos perdimos la función; no-no-no, eso no tiene perdón-
-Pero Hanna... ¡ayayay, allá no! Sniff- se quejaba Silph mientras su esposa le jalaba de la patilla para llevarlo al exterior.
Era un desastre en el cuartel, cada día azotaban a docenas de guerreros, no importando si fueran de clase alta, baja o media, vaya hasta al propio comandante Deft lo descubrieron comiendo un filete bovino debajo de su escritorio y por supuesto, acató su propia sentencia.
-Camaradas, he decidido que mis azotes sean públicos, para que vean que aquí no hay privilegios ni impunidades- Dijo el jefe mientras se dejaba amarrar a un árbol a manera de columna. Según cuentan los pocos testigos (el colmo) del castigo, ya al final Deft estaba llorando y suplicando a su mamacita linda.
-Bueno, no veo nada de malo esta prohibición, mas bien es una oportunidad para que la gente por fin pueda comer vegetales y frutas, habiendo un enorme bagaje de ensaladas, sopas y postres hechos de plantas- dijo Kazbej, un vegetariano considerado por las mujeres del cuartel como "el guerrero más guapo".
-Plamplinas- continuó Kazbej -La neta muchos dicen que aman la carne, pero como veo que aceptan a regañadientes las ensaladas, se nota a kilómetros la bien pinche hipocresía; digo, si en verdad están encabronados por la prohibición, ya hace tiempo que nos hubieramos sublevados contra Deft. Faltan 3 semanas para que esto termine y siguen quejándose y contrabandeando. Es mucho bla-bla-bla y nada de opereta-
-Pero no crees tú que precisamente por eso, de que falta ya poco tiempo para que se acabe, nadie se ha sublevado- preguntó Silph.
-Camarada, en mi anterior cuartel sucedió lo mismo, solo que la prohibición iba a durar 10 días; para el día nueve, se amotinaron y los soldados de clase alta mataron al comandante, tuvieron que llegar cientos de policías para arrestar a los insurrectos y a casi todos les dieron pena capital- respondió Kazbej.
Llegó por fin el término de la veda, y pues la neta todo volvió a la normalidad. Excepto para Gúma y Kazbej, que los colgaron de sus trusas (simulando calzón chino) de las canastas de basquetbol.
-Sabes, después de unos minutos no se siente el dolor ¿te gusta la ensalada tropical? es muy rica si se le sazona con mostaza dulce- dijo Kazbej a lo que Gúma, muy encabronado, le respondió.
-¡OH CÁLLATE!-

FIN

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