Para Jeremías Boulert III no le molestaba estudiar en el Instituto Escolar Militar, ya que su gran sueño era ser algún oficial con un alto rango, inclusive llegar a ser general supremo de las fuerzas armadas de su amado país, el cual me dificulta buscarlo en la Wikipedia, ya que no aparece en ninguna parte, pero en fin, les estaba contando sobre el tal Jeremías, pues qué les diré: era un muchachito algo pedante (aunque no tan mamón como otras gentes), muy peleonero y algo intolerante cuando de opinión se trata, puesto que según él, siempre tiene la razón. Físicamente era delgado, atlético para ser exacto, camisa y pantalón comunes como el de nosotros -para niños como de su edad, allá por los 9 u 10 años-, pero la curiosidad de que siempre llevaba sus charreteras, además, tenía una cola de caballo a manera de peinado -pero con algunas greñas, usual en su cultura- sujetado por un bonito listón verde; pues bien...
Aunque "Butch" (apodo de Jeremías) era uno de los más inteligentes del Instituto, casi siempre paraba en las oficinas del comandante-director por sus desplantes y bilis, más sin embargo siempre se salía con la suya, alegando defensa hacia su persona o el honor, o también por argumentos fuera de la realidad pero bastantes convincentes para que sus profesores lo dejara libre.
Cada vacación, Butch era recogido por su criado y llevado a la mansión familiar, para estar de cerca con su padre, el meticuloso señor Jeremías Boulert II. Las relaciones padre-hijo eran regulares, ni malo ni bueno, simplemente se veían cuando llegaba la hora de comer o cuando visitaban alguno de los museos militares y parques naturales que existían en la región; fuera de ello, cada quién su vida: el General Brigadier Boulert leyendo alguna novela, hojeando las revistas culturales o metido en el apasionante mundo de la numismática, en cambio, el pequeño Butch se disponía a jugar en el enorme patio -que se supone es el cuádruple que el Parque Centenario de Mérida-, por lo general matando pajaritos, haciéndoles bromas humillantes a los lacayos o simplemente jugaba a la guerra con sus pequeños cañones, tanques y obuses (que según me cuentan, uno de los obuses cayó sobre la lavandería y mató a una criada, pero supongo que eso es sólo una leyenda urbana), pero bueno, el caso es que Butch se divertía de lo lindo en el enorme patio hasta el ocaso del día, que era cuando se metía a la casa y se ponía a jugar ya dentro de su cuarto con sus soldaditos de plástico, recreando algunas veces la trágica batalla del planeta Verdún y otras de la galaxia Somme.
La familia sólo era Butch y su padre (ah, y los lacayos), ya que la madre murió poco después del nacimiento del puberto, por las complicaciones del parto; rara vez, el pequeño Butch visitaba a sus abuelos, en especial con el abuelo Trock Frink, héroe de la Primera Guerra Galáctica, quién le contaba sobre sus sanguinarias hazañas cuando siendo piloto bombardeaba las líneas enemigas que tenían refugio en los asteroides cercanos al planeta Marne (No voy a entrar en detalles, me canso que se los diga, así que se aguantan). Sí, la vida de Jeremías "Butch" Boulert era bastante emocionante para él, sin duda alguna...
Años después, vemos al joven capitán Butch Boulert III (ahora de 33 años) esperando que algún día, algún día, se convierta en un guerreroso general, tal como lo fueron su padre y sus abuelos...
Ah, por cierto, todavía conserva sus charreteras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario